No podemos pretender encontrarnos, de la noche a la mañana, con la ecología emocional, con un mundo interior y exterior emocionalmente ecológico. Esto no se deja al azar, no se improvisa.
Hemos de ser consciente de que formamos parte de un ecosistema del cual somos parte esencial e influyente. Cualquier acción tendrá un impacto y provocará cambios en el clima emocional.
El ser humano es responsable de si mismo y del tipo de persona que es, de la quiere ser y del mundo en el que vive. Hay que demostrar inteligencia y apostar por la sostenibilidad emocional, ir un paso más allá de la inteligencia emocional. Es importante rebajar los niveles de toxicidad que desprendemos e intentar buscar una armonía global.
¿Qué es la ecología emocional?
Antes de definir qué es la ecología emocional hay que hablar de María Merce Conangla y Jaume Soler, dos psicólogos españoles con enfoque humanista, que allá por 2002 acuñaron el término al que nos estamos refiriendo. Este concepto apareció en su libro libro homónimo “La ecología emocional”.
El término de ecología emocional trata sobre nuestro equilibrio interior. Sin embargo, se diferencia de otros enfoques en que hace énfasis en que, ese equilibrio se aplica también a lo que nos rodea y en particular al planeta en el que vivimos.
La ecología emocional significa que estamos vivos y abiertos al amor y al miedo, a la belleza y a la desesperación, a la tristeza y a la alegría. La verdadera salud emocional es la capacidad de mantener las emociones fuertes y experimentarlas sin cerrarse, adormecerse o actuar. Tenemos la capacidad de navegar por las olas de las emociones fuertes sin sentirnos abrumados, perdidos o disociados.
Importancia de la ecología emocional
La ecología emocional se refiere a la comprensión y gestión de las emociones en un entorno social y ambiental. Nos ayuda a desarrollar habilidades para reconocer y manejar nuestras propias emociones y las de los demás de manera efectiva, lo que puede mejorar nuestras relaciones interpersonales y nuestra salud mental.
También nos ayuda a ser conscientes de cómo nuestras acciones y emociones pueden afectar a nuestro entorno y a tomar decisiones más responsables y sostenibles.
¿Cómo se desarrolla la ecología emocional?
Esta es una pregunta difícil de responder. Al fin y al cabo desarrollar una ecología emocional duradera no es sencillo. La creatividad es una buena forma de posicionarnos en el mundo que habitamos, una forma de tener relacionales con otras personas o de buscar soluciones a conflictos con el fin de conseguir alcanzar el bienestar mejorando como persona.
En otro lado tenemos al ser humanos mas destructivo, de sí mismo y de quién le rodea. Todas esas emociones negativas que sentimos tienen un impacto sobre los demás, sobre nosotros.
Teniendo en cuenta lo anteriormente mencionado. Para desarrollar de forma efectiva una ecología emocional óptima debemos darle un mayor sentido a nuestra autoconciencia y ser personas más empáticas y altruistas, con los demás.
¿Cuáles son los principios de la ecología emocional?
La ecología emocional se sustenta principalmente en tres principios:
- Principio de responsabilidad en la gestión de las emociones. No podemos, o debemos, que sentimos pero sí que hacemos.
- Principio de prevención. Es primordial usar correctamente nuestra energía emocional y no desperdiciarla en acciones negativas o autodestructivas. Esto nos ayudará a enfrentarnos de forma adecuada a los diferentes retos que se nos presenten en nuestra vida.
- Principio del respeto. Es básico crear un buen clima emocional basado en un respeto mutuo.
¿Cómo nos ayuda la ecología emocional?
La belleza del ser humano reside en la riqueza de su experiencia. Al igual que el mundo exterior y el clima de la atmósfera están en constante cambio, nuestro mundo interior también lo está. Cada día experimentamos una amplia gama de estados de ánimo y sentimientos, pensamientos y emociones. Tenemos la capacidad de tener sentimientos elevados de felicidad, alegría y asombro, pero también sentimientos perturbadores de terror, rabia y depresión.
Sin embargo, nuestra cultura propaga una peligrosa narrativa que sostiene que la salud emocional se equipara con la “estabilidad”, la idea de que permanecemos bastante consistentes e inmutables en nuestro mundo emocional y social. Según esta narrativa, el ideal al que hay que aspirar es el de ser alegre, positivo, optimista, feliz y, en general, agradable.
Pero en realidad esto equivale a un desvío de gran parte de nuestra humanidad. Para ser “socialmente aceptables” debemos evitar las muestras excesivas de emociones fuertes. En cambio, se nos enseña sutilmente, a través de la crianza, la educación y todo el proceso de socialización, a suprimir, negar, ocultar o ignorar las emociones más poderosas y oscuras.
Hay muchas maneras de hacerlo, pero principalmente es a través de alguna forma de escape y distracción, o de cierre y adormecimiento. El resultado de este proceso es que nos alejamos de grandes partes de nosotros mismos y de nuestra experiencia, exiliados de nuestro mundo interior. Es como llenar un armario con desorden o meter la basura en un cubo: desterramos estos elementos de la luz de la conciencia.
Cuando empezamos a cerrar y controlar nuestro mundo interior, nos perdemos a nosotros mismos. Cuando nos desconectamos de emociones como la ira, la tristeza y el dolor, también perdemos nuestra capacidad de experimentar, la alegría, el asombro y la creatividad. El yo es un sistema, y como todos los sistemas, cuando cambiamos una cosa dentro de ese sistema, alteramos todo el sistema. La negación emocional conduce a un embotamiento de la vitalidad, una sensación de aburrimiento, irritación e inquietud.
De hecho, la salud emocional no consiste en la coherencia, sino en la diversidad y la riqueza. Al igual que la tierra y los ecosistemas prosperan en la diversidad, también nuestro mundo interior es más saludable cuando nos permitimos experimentar una amplia gama de sentimientos.