Imagina que vas a hacer un viaje en balsa por un río. Además de aguas lentas y poco profundas, tu mapa muestra que te encontrarás con rápidos y giros inevitables. ¿Cómo te asegurarías de poder cruzar con seguridad las aguas bravas y manejar cualquier problema inesperado que surja del desafío?

Tal vez solicite el apoyo de balseros más experimentados para planificar su ruta o cuente con la compañía de amigos de confianza a lo largo del camino. Tal vez lleve un chaleco salvavidas adicional o considere la posibilidad de utilizar una balsa más resistente. Con las herramientas y apoyos adecuados, una cosa es segura: no sólo superará los retos de su aventura fluvial. También saldrás de ella como un balsero más confiado y valiente.

¿Qué es la resiliencia?

Los psicólogos definen la resiliencia como el proceso de adaptarse bien ante la adversidad, el trauma, la tragedia, las amenazas o las fuentes significativas de estrés, como los problemas familiares y de pareja, los problemas graves de salud o las tensiones laborales y financieras. Aunque la resiliencia implica “recuperarse” de estas experiencias difíciles, también puede implicar un profundo crecimiento personal.

Puede que la vida no venga con un mapa, pero todo el mundo experimentará giros y vueltas, desde los retos cotidianos hasta los acontecimientos traumáticos con un impacto más duradero, como la muerte de un ser querido, un accidente que altere la vida o una enfermedad grave. Cada cambio afecta a las personas de forma diferente, provocando un torrente único de pensamientos, emociones fuertes e incertidumbre. Sin embargo, las personas suelen adaptarse bien con el tiempo a las situaciones que cambian la vida y a las situaciones estresantes, en parte gracias a la resiliencia.

Aunque estos acontecimientos adversos, al igual que las aguas bravas de un río, son ciertamente dolorosos y difíciles, no tienen por qué determinar el resultado de tu vida. Hay muchos aspectos de tu vida que puedes controlar, modificar y crecer con ellos. Ese es el papel de la resiliencia. Ser más resiliente no sólo te ayuda a superar las circunstancias difíciles, sino que también te permite crecer e incluso mejorar tu vida por el camino.

¿Cómo saber si una persona es resiliente?

Ser resiliente no significa que una persona no vaya a experimentar dificultades o angustia. Las personas que han sufrido grandes adversidades o traumas en sus vidas suelen experimentar dolor emocional y estrés. De hecho, es probable que el camino hacia la resiliencia implique una considerable angustia emocional.

Aunque ciertos factores pueden hacer que algunos individuos sean más resilientes que otros, la resiliencia no es necesariamente un rasgo de la personalidad que sólo poseen algunas personas. Por el contrario, la resiliencia implica comportamientos, pensamientos y acciones que cualquiera puede aprender y desarrollar. La capacidad de aprender resiliencia es una de las razones por las que la investigación ha demostrado que la resiliencia es ordinaria, no extraordinaria.

Un ejemplo es la respuesta de muchos estadounidenses a los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 y los esfuerzos de los individuos por reconstruir sus vidas después de la tragedia.

Al igual que el desarrollo de un músculo, el aumento de la resiliencia requiere tiempo e intencionalidad. Centrarse en cuatro componentes básicos (conexión, bienestar emocional, pensamiento saludable y significado) puede capacitarle para resistir y aprender de las experiencias difíciles y traumáticas. Para aumentar su capacidad de resiliencia y superar las dificultades, utilice estas estrategias.

¿Cómo se desarrolla la resiliencia?

Todos nos enfrentamos a traumas, adversidades y otras tensiones. He aquí una serie de consejos para poder desarrollar la resiliencia, una hoja de ruta para adaptarse a las situaciones que cambian la vida y salir aún más fuerte que antes.

  • Da prioridad a las relaciones. Conectar con personas empáticas y comprensivas puede recordarte que no estás solo en medio de las dificultades. Concéntrese en encontrar personas de confianza y compasivas que validen sus sentimientos, lo que apoyará la habilidad de resiliencia.
  • Únete a un grupo. Además de las relaciones personales, algunas personas descubren que participar activamente en grupos cívicos, comunidades religiosas u otras organizaciones locales les proporciona apoyo social y puede ayudarles a recuperar la esperanza. Investiga los grupos de tu zona que puedan ofrecerte apoyo y un sentido de propósito o alegría cuando lo necesites.
  • Cuida tu cuerpo. El autocuidado puede ser una palabra de moda, pero también es una práctica legítima para la salud mental y el desarrollo de la resiliencia. Esto se debe a que el estrés es tan físico como emocional. Promover factores positivos en el estilo de vida, como una nutrición adecuada, dormir lo suficiente, hidratarse y hacer ejercicio con regularidad, puede fortalecer el cuerpo para que se adapte al estrés y reduzca los efectos de emociones como la ansiedad o la depresión.
  • Practicar la atención plena. Llevar un diario consciente, practicar yoga y otras prácticas espirituales, como la oración o la meditación, también pueden ayudar a las personas a establecer conexiones y restaurar la esperanza, lo que puede prepararlas para hacer frente a situaciones que requieren resiliencia. Cuando lleves un diario, medites o reces, rumia los aspectos positivos de tu vida y recuerda las cosas por las que estás agradecido, incluso durante las pruebas personales.
  • Evita las salidas negativas. Puede ser tentador enmascarar el dolor con alcohol, drogas u otras sustancias, pero eso es como poner una venda en una herida profunda. En su lugar, céntrate en dar a tu cuerpo recursos para gestionar el estrés, en lugar de intentar eliminar la sensación de estrés por completo.
  • Ayudar a los demás. Ya sea como voluntario en un refugio local para personas sin hogar o simplemente apoyando a un amigo en su propio momento de necesidad, puedes obtener un sentido de propósito, fomentar la autoestima, conectar con otras personas y ayudar de forma tangible a los demás, todo lo cual puede permitirte crecer en resiliencia.
  • Sé proactivo. Es útil reconocer y aceptar tus emociones durante los momentos difíciles, pero también es importante ayudarte a fomentar el autodescubrimiento preguntándote: “¿Qué puedo hacer con un problema en mi vida?” Si los problemas parecen demasiado grandes para abordarlos, divídelos en partes manejables.
  • Avanza hacia tus objetivos. Desarrolle algunos objetivos realistas y haga algo con regularidad -aunque parezca un pequeño logro- que le permita avanzar hacia las cosas que quiere conseguir. En lugar de centrarse en tareas que parecen inalcanzables, pregúntese: “¿Qué es lo que sé que puedo lograr hoy que me ayude a avanzar en la dirección que quiero?” Por ejemplo, si estás luchando contra la pérdida de un ser querido y quieres avanzar, podrías unirte a un grupo de apoyo para el duelo en tu zona.
  • Mantén la perspectiva. La forma de pensar puede influir significativamente en cómo te sientes y en tu capacidad de recuperación cuando te enfrentas a obstáculos. Intente identificar las áreas de pensamiento irracional, como la tendencia a catastrófico de las dificultades o a suponer que el mundo va a por usted, y adopte un patrón de pensamiento más equilibrado y realista. Por ejemplo, si te sientes abrumado por un reto, recuérdate a ti mismo que lo que te ocurrió no es un indicador de cómo será tu futuro, y que no estás indefenso. Es posible que no puedas cambiar un acontecimiento muy estresante, pero sí puedes cambiar tu forma de interpretarlo y responder a él.
  • Acepta el cambio. Acepta que el cambio forma parte de la vida. Puede que ciertos objetivos o ideales ya no sean alcanzables como resultado de situaciones adversas en tu vida. Aceptar las circunstancias que no pueden cambiarse puede ayudarte a centrarte en las que sí puedes modificar.
  • Ten una perspectiva esperanzadora. Es difícil ser positivo cuando la vida no va como uno quiere. Una perspectiva optimista te permite esperar que te sucedan cosas buenas. Intenta visualizar lo que quieres, en lugar de preocuparte por lo que temes. A lo largo del camino, anota cualquier forma sutil en la que empieces a sentirte mejor al enfrentarte a situaciones difíciles.
  • Aprende de tu pasado. Si recuerdas qué o quién te ayudó en anteriores momentos de angustia, podrás descubrir cómo puedes responder eficazmente a las nuevas situaciones difíciles. Recuérdate dónde has podido encontrar fuerza y pregúntate qué has aprendido de esas experiencias.

Para muchas personas, el uso de sus propios recursos y los tipos de estrategias enumerados anteriormente pueden ser suficientes para desarrollar su resiliencia. Pero a veces, una persona puede quedarse atascada o tener dificultades para avanzar en el camino de la resiliencia.

Un profesional de la salud mental autorizado, como un psicólogo, puede ayudar a las personas a desarrollar una estrategia adecuada para avanzar. Es importante obtener ayuda profesional si se siente incapaz de funcionar tan bien como quisiera o de realizar las actividades básicas de la vida diaria como resultado de una experiencia traumática u otra experiencia vital estresante. Ten en cuenta que cada persona tiende a sentirse cómoda con diferentes estilos de interacción. Para aprovechar al máximo la relación terapéutica, debes sentirte a gusto con un profesional de la salud mental o en un grupo de apoyo.

Lo importante es recordar que no estás solo en el viaje. Aunque no puedas controlar todas tus circunstancias, puedes crecer centrándote en los aspectos de los retos de la vida que puedes manejar con el apoyo de tus seres queridos y de profesionales de confianza.